martes, 31 de agosto de 2010

Yo que ame los rastros del oro entre los árboles
abrí los ojos un día auto flagelado frente al espejo
no reconocí el reflejo sanguíneo en mis ojos
ni mi mano presta a empuñar el machete de hielo .
Enfundado en mi garganta iban los días, siempre los días
Diseccionados y empacados
En un álbum de bostezos e insectos desesperados
Y esa maldita musiquilla de vidrios lijados
Que chirreaba la nostalgia
la nostalgia entre los dientes
y bajo la lengua amarillenta se quedaban las palabras
envueltas en membranas
se secaban y morian.

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